Más fácil...

Ahogado en preocupaciones, abatido por los bofetones de la vida, resignado, frustrado regresó él a su pueblo, y ahí estaba: más cerca de lo que imaginaba.
Distraído, confundido, algo perdido buscó su hogar, aquella morada que hacía ya unos largos años era su refugio y su fiel protectora, la observó: más acogedora de lo que esperaba.
Silenciosamente caminó por aquellos viejos mosaicos que tan cansados se veían, que tantas huellas poseían, mosaicos en los que tantas veces se había caído y había vuelto a levantarse, salió al patio, reconoció el guayabo donde había jugado tanto, y lo observó con nuevas ramas, con nuevos frutos, como si hubiese decidido olvidar todos los maltratos que había recibido, como si hubiese perdonado y comenzado de nuevo, ahora el guayabo estaba ahí al reencuentro de su agresor y él lo vio: más pequeño de lo que recordaba.
No, el guayabo no se había encogido, era él, había crecido, observaba las ramas ahora, seguían ahí: más vulnerables que antes.
Contempló sus frutos, recordó el sabor de la victoria, la recompensa del esfuerzo, tomó uno y lo probó: más alcanzable que antes.
Pensó en él mismo, lo entendió, había regresado y estaba ahí: más grande y más fuerte que lo que había sido.
Recordó su niñez, sus travesuras, sus problemas de niño ingenuo, los castigos que recibía, todo: más simple de lo que en su infancia veía.
Pensó en su presente, lo comparó con su pasado, se concilió con su futuro, entendió su problemas y sus preocupaciones: más pasajeras de lo que podía observar.
Se calmó, se fue aclarando su confusión, comprendió la felicidad : más cerca de lo que imaginaba, más acogedora de lo que esperaba, más alcanzable, más grande, más fuerte, más simple.
Entendió sus obstáculos: más pequeños, más vulnerables, más pasajeros.
Sonrió, así era, así es, así siempre será la vida: más fácil de lo que creía.

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